sábado, 2 de agosto de 2008

Factor común: De (sea y manda) (1)

“Dios es empleado en un mostrador
da para recibir”
Sui Generis

Empiezo con ecuasiones y sigo con ellas.
Ezequiel dixit:
“Demanda del paciente” = “Deseo de analista”, de modo que la situación analítica queda del siguiente modo: “Deseo del analista” – “Deseo de analista”; como se ve, la diferencia es de una letra (la “ele” de “del”)… ¡casi nada!"

Parece que el fonema de, insiste. Interesante para ver qué función podría estar cumpliendo. Pero no quiero irme por esos andariveles. De todas maneras les dejo una referencia etimológica: "El prefijo latino “de” es muy interesante. En ciertas palabras expresa intensidad, en palabras como: demanda (mandar algo a través de la corte) y definir (poner fin) y en otras expresa "carencia de" como: deforme (que carece de forma) y degenerado (que carece de las cualidades de sus antepasados)." (2)

Volviendo a la ecuación ezequeliana no me parece que la diferencia de la “ele” no es casi nada. Pasar de “deseo del analista” a “deseo de analista” implica pasar del deseo de algo a deseo de alguien y entonces ya estamos en el terreno de la demanda. Y del analista nada puedo esperar por el simple hecho de que el analista no tiene nada para dar que satisfaga el deseo del sujeto (siempre y cuando pretendamos que esto sea lo que se manifieste). Lo más que puede ofrecer es el sostenimiento de una situación, una configuración del espacio, la creación de un espacio lógico, estructurado desde un campo teórico, que sostenido desde su deseo deja en evidencia la falta constitutiva que es común a todo sujeto.
Insisto en que satisfacer la demanda es traicionar al analizante, sí coincido con que debe ser articulada, pero esa articulación conlleva el riesgo de obturar el establecimiento de la transferencia. Dicha articulación debe estar en función de la no satisfacción, lo que conllevará a una inevitable sensación de frustración por parte del analizante, frustración que dejará como resultado la aparición de la angustia, angustia que el analizante tratará de evitar demandando más. Por eso me parece que toda articulación que el analista opere con la demanda, paradójicamente, debe ser una desarticulación. Esto es lo único que posibilita la aparición del “sujeto supuesto saber”, pues al no satisfacer la demanda aparece la posibilidad de que el analista sepa algo del analizante que él mismo no sabe permitiéndole a aquel redefinir el espacio reestructurándolo como espacio analítico.

Apología de la demanda
Me llamó la atención cómo la demanda (en el Blog) pasó a tener un lugar tan protagónico. Empezamos proponiendo el tema del deseo e inmediatamente apareció la demanda tornándose tema central. No puedo dejar de pensar que actuamos la predicción de Lacan y la demanda termina obturando la aparición del deseo. Permítanme tan arriesgada interpretación, no pretendo que sea “la” interpretación.

Como consecuencia de mi anterior publicación recibí algunos comentarios verbales y otros que están reflejados en el Blog. Trataré de poner Luz sobre algunas conceptualizaciones que di por supuestas y evidentemente no lo estaban.
No considero que la demanda sea el estigma de la humanidad y que deba ser rechazada como responsable de toda iniquidad. Por el contrario, la demanda atraviesa toda nuestra vida, está presente en toda nuestras relaciones, en el único lugar donde queda excluida es en el espacio analítico, donde se estructura como un espacio lógico, desde un marco teórico, por lo tanto es forzado artificialmente, debe ser construido, nunca se dará espontáneamente.
En aquel momento planteé la problemática de la demanda en dos situaciones: la analítica y la relación de pareja (tal como la entendemos los occidentales y cristianos: monogámica e igualitaria, para no profundizar demasiado el tema y asumiendo el riesgo de un reduccionismo distorcionante).
No voy a volver sobre la situación analítica sino sobre las otras áreas donde se juega el deseo y la demanda ampliándolo, ahora si, a toda relación intersubjetiva.
La teoría psicoanalítica tiene, al menos, dos implicaciones. Una puramente práxica, de un marco teórico que estructura un hacer con un fin puramente terapéutico. La otra se corresponde con una visión antropológica subyacente a la praxis. Si esta visión antropológica tiene como único objetivo sostener la praxis, no es más que un constructo con validez puramente utilitaria que, fuera del contexto analítico, no toca mi vida y la falta que tal praxis invoca, no es más que un artificio que posibilita la estructuración de un área de trabajo.
Contrariamente a esto pienso que los presupuestos filosóficos-antropológicos que sostiene el quehacer psicoanalítico se imbrican de tal manera con él que trascienden el marco exclusivamente terapéutico dando lugar al planteo de una ética, entendida ésta como una forma de actuar, como una exigencia estructural del sujeto. Desde este punto de vista la teoría atraviesa el “soy” dándole contenido y por tanto resignificándolo. No puede, por tanto, no tener implicancias en mi vida quedando al margen del discurso que soy.
Desde esta perspectiva tendrá consecuencias en mi vida, en mi soy, en mi actuar, en mi elegir, en la forma en que construyo y considero la pareja, el sexo, las relaciones interpersonales, el trabajo, los hobbies, etc.
Que esto no ocurra en la “realidad” cotidiana (mía o ajena) no me excusa, ¿o acaso la “realidad” es más que la suma de discursos? Como creo que no, al adherir yo a un otro discurso, ese discurso me cambia, y cambia lo que es el otro para mi y la forma en que me relaciono conmigo mismo y con los demás.
Las implicaciones son fuertemente éticas, la legalidad (desde su adquisición a través de la metáfora paterna) adquiere un estatus estructurante, y una responsabilidad en mi posicionamiento ante ella.
Retomando el ejemplo de la vida en pareja (aunque las consideraciones pueden ampliarse a toda relación con un otro) la dupla deseo-demanda me posiciona en un lugar desde el cual hago, resignificando toda la relación. Por tanto hay lugar para la demanda, la demanda puede articularse, y esa articulación, creo, es posible desde el amor. Lo que no puedo es considerar que ahí se agota y entonces se abre el espacio para el deseo y la falta. Insisto que no es una visión pesimista de la pareja, por el contrario creo que es justamente lo que permite una instancia de libertad, de no ataduras, de no para siempre, de una elección que se renueva a cada momento, que se sostiene en el “te elijo” y no en el “te necesito”. El concebir al otro como algo distinto del objeto de deseo me permite articularlo en el deseo pero no atarlo a él y por lo tanto no responsabilizarlo de mi dicha o desdicha ni creerlo responsable de tal cosa. Si el otro es lo que busco estoy condenado a él, si es lo que elijo estoy dispuesto para él e inscribiré al otro con las mismas posibilidades.
Dos temas han quedado planteados, ambos muy conflictivos y que requieren profundización: amor y libertad. Hay que ver qué se dice cuando se dice, por tanto deben ser explorados. Eso exigiría una extensión imprudente de esta publicación aun siendo conciente que su dilucidación resignificarán lo antedicho. Me comprometo a explorarlo.

El nombre del deseo
Fara, me pareció muy claro lo tuyo, y muy buenos los planteos del final. Trataré de exponer mi visión con respecto a tus últimos dos párrafos.
No creo que el deseo del analista pueda ir en la dirección del deseo del descubrimiento de nada. Más bien creo que el deseo del analista no tiene nombre, porque todo deseo conduce al objeto “a” (donde me estoy metiendo…) y allí es donde se abre la hiancia y queda expuesta la falta. El deseo no tiene nombre porque no tiene objeto. El deseo del analista estaría en el deseo de estar allí, soportando el lugar, un lugar que como expuse la otra ves no es un lugar cómodo, ni relajado, ni gratificante desde el punto de vista de recibir algo. El deseo del analista podría estar sostenido desde un goce sádico, perverso, narcisista, piadoso, de poder, etc. Seguramente algo en este orden hay con respecto a lo que nos sostiene en un lugar tan incomodo. Insisto en que ni una teoría, ni una filosofía, ni un autor pueden motivar lo suficiente para soportar ese lugar. No puede venir de un discurso tal sostenimiento, no puede venir del registro de lo imaginario, tiene que venir de lo simbólico y por lo tanto es inconciente y como tal estar ligado al posicionamiento en la escena primaria; esto es lo que debemos llevar a nuestro análisis para, una ves reconocidos los lugares de goce, poder articularlo, no el goce sino el deseo. Supongamos que reconozco en mi análisis una ligazón voyerista en mi deseo de ser analista, esto tiene que ver con mi posicionamiento edípico, no se si podré correrme de ese lugar pero si lo sé, si lo reconozco en mi, podré no actuarlo y resignificarlo para operarlo con otro fin. O sea el deseo del analista no es el deseo de la pureza naíf, esta muy lejos de serlo, es el deseo posibilitado por mi posicionamiento ante la falta. Por todo esto insisto que el deseo no tiene nombre, quizás haya que renunciar a teleologizarlo. Solamente puedo reconocer que hay algo que me hace desear ocupar ese lugar, el del analista, quiero hacerlo, tengo ganas. Lo que restaría por hacer es descubrir en el análisis con que esta ligado en el orden de lo simbólico para después ponerlo al servicio de la práctica analítica, esto es estructurarlo desde la teoría que sostiene la praxis. Pero son al menos tres momentos. Reconocer del deseo de ocupar el lugar del analista, llevarlo a análisis y sostener este análisis en la supervisión para no actuar instancias de goce y por último estructurarlo desde la teoría para que sea operativo. Todo esto me parece muy importante pero si no está lo primero creo que es inútil intentar ocupar el lugar detrás del diván.
Sin lugar a duda el tema de recibir un pago por ello es muy importante tanto para el analizante como para el analista y seguramente tiene una función importante en el sostenimiento del deseo del analista pero esto ya es harina de otro costal.

Notas
(1). Para los que no recuerdan el primer caso de factoreo: http://www.epler.umich.mx/salvadorgs/matematicas1/contenido/CapIII/3_9_1_fact_com.htm

(2). http://etimologias.dechile.net/?deducir


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