jueves, 28 de agosto de 2008

¿Por qué "el amor hace al mundo girar"?


Volvamos al amor, compañeros vuelteros, invoquemos, como ya lo hizo Ezequiel, a la señora Episteme. Y trate de no ofenderse, señora.

Las siguientes frases son tomadas del “diccionario introductorio de psicoanálisis lacaniano” de D. Evans.

Es imposible decir nada significativo o sensato sobre el amor (seminario 8).

En cuanto uno comienza a hablar sobre el amor desciende a la imbecilidad (S20).

“Lo único que hacemos en el discurso analítico es hablar sobre el amor” (S20)
Esta relación entre el amor y la transferencia constituye una prueba del papel esencial del artificio en todo amor.

El amor es situado como un fenómeno puramente imaginario, aunque tiene efectos en el orden simbólico.

El amor es autoerótico y tiene una estructura fundamentalmente narcisista (S11), puesto que “es al propio yo al que uno ama en el amor, el propio yo hecho real en el nivel imaginario” (S1)

El amor es un fantasma ilusorio de fusión con el amado, fantasma que sustituye la ausencia de cualquier relación sexual.

“Como espejismo especular, el amor es esencialmente engaño” (S11). Supone dar lo que uno no tiene (es decir, el falo). El amor no se dirige hacia lo que su objeto tiene sino a lo que le falta, a la nada que está detrás de él.


El buen hombre que escribió este diccionario prosigue haciendo una comparación entre el amor y el deseo. Explica que el amor es metáfora, mientras el deseo es metonimia. Incluso que el amor mata al deseo porque anula la diferencia que da origen al mismo. ¿Recuerdan a Tánatos y la importancia del agujero como posibilidad de seguir avanzando, como el desligamiento que impide el estancamiento? ¿Quién es el mortífero y quién el amoroso? ¿O será “deseoso” la palabra? ¿O será todo junto? (En ese caso, lindo revuelto). No deja de fascinarme esta dialéctica entre Eros y Tánatos.

“Amar es, esencialmente, desear ser amado” (S11).
Esto es lo que distingue al amor de la pulsión… la reciprocidad. En la pulsión hay pura actividad.


Es bastante claro, no? Espero que les haya servido tanto como a mí. Y en cuanto a la impronta “negativa” que uno pueda verle al asunto, no es más que parte de la ruptura de una idea romántica sobre el amor. Releyendo pienso que tal vez el tema no era tan complicado, el sujeto hablante no podría amar de otra forma. Así como Lacan (Freud) desenmascara a un yo in-divisible con plena consciencia de sus actos y pensamientos, el amor ideal/completo/libre debe caer inevitablemente con la asunción del sujeto.

Lo que queda es la palabra. Palabra que nombre, que intente dar cuenta, que se interrogue y que falle ahí, donde menos lo creía. Nombrar al amor, al amado, a lo amado, al por qué amo. Poder vislumbrar la agresión, inevitablemente unida a todo amor.



Esta claro que el “amor no hace al mundo girar”. En todo caso, es el deseo. El amor es simplemente un lindo invento/espejo del yo.

martes, 26 de agosto de 2008

Una lectura.

En la "aurora" de "Toribio", de Toribio como sujeto, sus necesidades satisfechas produjeron un nudo, una sombra, el fantasma. Desde entonces se revuelve. Desde entonces tiene un camino equivocado por caminar.

¿Nunca más lo real? ¡Pero! ¡Si hay un mundo espejo, si siempre fue así, si todo lo evidencia! Discurso amo, auroridad, queja, síntoma...

Oh, río heraclitiano. Sí, nunca más lo real. La clínica del síntoma no es la clínica del fantasma. Nunca se alcanzará la propia aurora. Lacan propone la construcción del fantasma, su atravesamiento, del que deviene una "máxima", el sujeto y su verdad, su ética.

Bien por Toribio.

Pronto, fantasma y deseo del analista, para seguir hablando de lo que nos convocó.

lunes, 18 de agosto de 2008

Habia una vez...

“…ladran Sancho, señal que cabalgamos.”
Anónimo (1)


LOS CELOS DE AURORA
Toribio y Aurora se conjeturaron, fue un amor arreglado, medieval. La Estancia pampeana fue el campo de batalla y de negociación de la paz. Después surgió el amor, prescrito, acatado, pero honesto.
Hace ya seis años y tres vástagos que los urden.
En ese inhóspito entorno aprendieron a necesitarse, descubrirse, acompañarse, contarse.
Su descendencia los había colmado de dichas. Teodocio, el mayor, encontró en Europa su estrella. Con su ‘sabua fer’, fue el deleite en las fiestas de las mas encumbradas progenies del patriarcal mundo. Renata encontró su destino junto a un ganador nato, que le deparó egregios momentos de gozo e innumerables satisfacciones. Y Cleto, el último del linaje; soberbio, campechano, apetecible, les proporcionó la satisfacción mayor, al ser elegido como el “plato fuerte” en la boda de la hija del dueño de La Estancia.
La cotidianeidad de sus vidas solo era empañada por los celos de Aurora; celos infundados, absurdos, torpes. Toribio le era escrupulosamente fiel.
Máxima, de hermosa cara blanca y pelo azabache; era la encargada de suministrar la leche para las necesidades del establecimiento. Todas las mañanas pasaba por delante de la pareja, echando apenas una mirada cordial, consciente de la arbitraria suspicacia de Aurora.
Aurora intuía…, olía…, concebía…, -entre ellos algo pasaba- era una certeza dolorosa, feroz. Se pasaba el día rumiando, desmenuzando; ¿en qué momento se encontraban? ¿Es que no la quería más? ¿Qué tenía “esa” que ella no? Las sospechas trocaban en certezas, y las certezas en reproches, quejas, reclamos, puntualizaciones. Tenía la convicción pero no tenía las pruebas, y eso la irritaba aun más. No quería que se notara su exasperación, no quería sonar enojada, porque eso, ese mismísimo descuido, evidenciaría lo que no debía evidenciarse. Pero… ¡Claro…! ¡Tampoco iba a ser tachada de inocente…!
Toribio fue, lenta y dolorosamente, develando el laberinto en que Aurora lo iba encerrando.
Fue un proceso.
Primero la perplejidad. Él iba, venia, hacía, disfrutaba su vida. Pero cada paso que daba era interpretado desde la "auroridad" de Aurora.
Después trató de entender, de hablar, de explicarse,… ¡No hubo manera! ¡Él era culpable! ¿Quien creería en su absolución? Toribio era demasiado vidrioso como para no sospechar de segundas, terceras y hasta ¡cuartas intenciones…! Intenciones concientes, inconcientes, solapadas, traicioneras, perversas…Siempre embusteras.
Luego esperó…, esperó en silencio…, esperaba al menos el beneficio de la duda, del posible “mal entendido”, un pedido de aclaración, la posibilidad de un diálogo abierto que pudiera reestructurar la convivencia. Él estaba dispuesto a cambiar lo que hubiera que cambiar. Pero la sentencia estaba impartida… ¡Él era culpable! No había lugar para duda alguna.
Entonces, ¿Soportaría todas las afrentas de la infidelidad y ninguno de los beneficios? Fue en ese momento…., en ese preciso momento, cuando tomó la decisión.
¡Sí! ¡Sí, soportaría las dificultades! Las mismas estaban garantizadas.
Pero no se quedaría sin los beneficios.
Aurora estaba enojada, sin razones, sin motivos; pues ahora, tendría razones y motivos. Él se haría merecedor del flagelo inevitable.
Desde aquel día algo, casi imperceptible, ocurrió: "la realidad" de Aurora se hizo realidad y, por supuesto, ella no lo notó.
Ahora Máxima, la mejor holandoargentina de aquella zona, al pasar hacia el tambo, con su imponente ubre rezumando leche, saluda a Toribio con una traviesa sonrisa y a Aurora con displicente satisfacción.
Toribio, resopla con fuerza, alzando y precipitando la cornamentada cabeza, mientras azota la tierra con sus poderosas pezuñas.
Aurora sigue en su rincón del corral, rumiando…, rumiando…, rumiando…

fin


“El que pueda entender, que entienda…”
(Ap 2, 7)

viernes, 15 de agosto de 2008

Lo que decanta de lo que (se) me canta

Tirar de las palabras

desasirlas de las cosas;

unirlas, separarlas,

un irlas que sepa ararlas

con el arado que reúne

mis manos y mi historia;

tirando y nunca

parando de tirar

hasta desarmarlas desnudando

lo que son: armas,

armazón, armadura,

amargura de bailar

afín al baile que se baila;

al fin desafinar el compás

y loco, sin paz,

bailando entre letras

entre líneas

en tren, tanto,

por la línea de la letra,

caigo del otro lado.


Y sí, el amor no ama ni es amado; adonde voy no llego, adonde estoy resbalo, la sal no sala y el azúcar no endulza; cuando se acuestan la razón y el deseo, llueve sobre mojado.

Análisis al analista; psicoanálisis al psicoanálisis; hablando de desencuentros nos desencontramos; y es que las palabras no recubren a las cosas, y no es cosa de las palabras lo que dicen los hablantes al usarlas (¿al recubrirse?).

Nos hicimos los finos, yo el que más: llamar a la investigación, a la teoría, a la episteme. Los leí/escuché gustoso en todo, incluso en lo confuso y turbio. Brotó la voz de la voz, y ya todo se hizo real.

¿Cómo no iban a surgir nuestra demanda, nuestro deseo, nuestro amor y amar, nuestro saber, hablando de demanda, deseo, amor, amar y saber? ¿Como no decirlos, no decirnos, sin querer?

Lo más psicoanalítico de todo lo que llevamos caminado creo que es eso: la prueba evidente de que estamos hablando de una praxis, y como tal, al hacerla nos hace, al hablarla nos habla.

Quiero hacer uso de aquella máxima que inventé para habilitarme a equivocar. Desglosaré algunas ideas que pienso. Nada de lo que aquí verán escrito viene avalado por criterio de autoridad alguno. De hecho, la mayor parte debe ser una desafinada bárbara (por oposición a afinación civilizada). Pero bueno, valga este esfuerzo de pensar, pensar que no es mucho más que tomar las palabras e ideas como colores y pintar lo que creo que quiero pintar... y, probablemente, terminar cayendo en la cuenta de que me retraté.


Néstor tomó en serio mi ecuación en broma y halló algo interesante, más allá de haber pensado “de” como prefijo para llegar a su logrado factor común, cuando en la ecuación era preposición, no prefijo.

Fara corrigió ortodoxamente mi asimilar demanda y deseo en el paciente, aun sin tener en cuenta que tomé “demanda del paciente” como un todo, como una X, y así es como la igualé a otro todo, una Y: “deseo de analista”. ¿X=Y? De la cintura para arriba, sí; las diferencias siempre son entre las patas.

Es cierto que la queja con que llega una persona al consultorio tiene que desnudarse, transformarse para entrar en análisis, para que advenga el deseo. Pero en ese sentido, creo que de lo que se trata es de que el sujeto reconozca, tras su desear al analista, su condición de ser deseante (con su consecuente angustia, imposibilidad de satisfacción, etc.). Y es por eso que sigo pensando que “demanda del paciente” y “deseo de analista” son asimilables. Ambas, mentiras verdaderas, errores acertados. El problema no es si demanda o desea. La cuestión estriba en lo imaginario o real del objeto. La demanda, para mi, es el deseo mismo pero en tanto atado a un objeto tal. Cuando paso de ser deseante, sin más, a ser deseante de esto o este, mi deseo devino demanda: espero de eso o ese lo que sólo me podría dar aquello que no puedo nombrar, que nunca hallaré. Estoy diciendo, en definitiva, que “demanda” = “deseo de”.

Fara dice “llamemos a las cosas por su nombre”, y Fander le contesta: “el que te ama no te nombra”. ¡Claro! Lo nombrable no es nunca aquello a que apunta de manera radical mi deseo. Cuando éste apunta a una cosa con su nombre, es demanda: deseo alienado por el lenguaje. Volviendo a la ecuación: lo erróneo sería reducir la situación analítica a “deseo del analizando” – “deseo del analista”. Lo esperable es:

Queja --> Deseo de analista - Deseo del analista --> Deseo del analizando

Es decir, que se pase del “deseo de analista” al “deseo del analizando”, vía el “deseo del analista” como función lógica que introduce el analista en un dispositivo que escucha e interroga a quien se encuentra deseándolo para que descubra su naturaleza deseante, la falta estructural. El deseo sólo tiene sujeto. Cuando viene con objeto, es demanda. Por eso lo homologué, y sostengo que es válido: la persona demanda, es decir, desea al analista. Este no satisface la demanda, pero sí la escucha: detrás, está el deseo. No es que si llegara deseando al analista no habría por qué no satisfacerlo. ¡El analista no es “a”!

Así cobra sentido el factor común de Néstor:

de.(sea+manda)

La demanda va tras lo que está mandado, y ahí su relación con el goce. Busca una vida como se debe, un amor como dios manda. Para el paciente, ¿no está mandado (en el sentido de mandato) ir al analista? Esto o aquello no esta bien, mejor voy a un analista. Tras esa demanda, siempre, el deseo, como verdad a aparecer tras la equivocación. No venía por eso…

El deseo va tras lo que “sea”: tras el ser. ¿Qué o quién “es”, como para ser objeto de mi deseo? Nunca hallará satisfacción… recuerdo a Lacan definiendo amor como “dar lo que no se tiene a quien no es”.

Vamos al amor. Coincido con Néstor en el hecho de que si asumimos el discurso psicoanalítico, necesariamente demanda, deseo, goce, son lo que son dentro y fuera del diván. Y si la demanda es fruto de la ficción, lleva al corrosivo goce, y tapona al sujeto, a la angustia, a la verdad, bueno, se entiende que en la pareja cuando aparece la angustia se corra a rearmar la ficción, como se entiende que el analizando demande más al no ser satisfecha por su analista la demanda. Se entiende, pero no implica que eso sea lo que nos planteamos como la pareja sostenida desde la verdad de cada uno, desde el sujeto. La vida amorosa es tan parecida al análisis que por algo hablamos de amor de transferencia, por algo los padres pasan por análisis a través de uno como también desde uno influyen en la pareja, por algo… etc. Considero muy válido interrogar la vida desde Lacan, muy válido pensar al psicoanálisis como discurso, como antropología, como praxis con eco y ramas en la vida de cada uno.

Pero también pienso que no podemos decir cómo es el amor en pareja así, en el aire, en general. Es como hablar de psicoanálisis: se transmite una experiencia, no se enseña un saber instituido. A fin de cuentas, todo depende del gusto de cada uno, o, en el mejor de los casos, de una decisión. Seguramente, el trabajo analítico sobre uno tiene algo por abonar en este sentido.

Pensando ambos temas, amor y psicoanálisis, llego a la misma conclusión. Hablamos de teoría. Intentamos sistematizar, enunciar, ordenar. Pero no hay más legalidad acerca de esto que la que brota de pasar por la experiencia analítica… por la amorosa…, pensarlas, y tener en cuenta que hablamos (al par que somos hablados): no exponemos nada que provenga de ninguna verdad absoluta, científicamente comprobada, etc.

Se me ocurrió otro juego. ¿Por qué no pensar que del "Amor" de yo a yo se puede pasar al "AMO®" en tanto amor que va desnudándose con registro de la marca del Otro, puesto en lugar de amo, quizás, y que, en el mejor de los casos, llega a ser "A-more", en tanto que reconocedor de que radicalmente va tras "más", tras otra cosa, tras "a"?


Se los dejo como otra borma, como un regalo. Teniendo en cuenta la famosa ecuación freudiana con regalo… pues tiren de la cadena… ¡significante! Adoro los cículos… “tirar de las palabras…”

lunes, 4 de agosto de 2008

Revueltas grupales. Suposiciones y habladurías.

Así que las revueltas iban a ser sobre nosotros mismos, sobre nuestras palabras escuchadas (?) por los otros... tendría que haberlo previsto y puesto en lo que escribí por primera vez.
Tengo la sensación (¿será compartida?) de que no nos estamos entendiendo del todo y suponiendo de más. Lo cual puede hacer de esto algo más interesante, o aburrido si pasa ciertos límites. Por mí parte, hasta ahora venimos bien. Conociéndonos, explicándonos, interrogándonos.

Con Néstor después de horas de intercambiar palabritas y creyéndonos opuestos, nos dimos cuenta que decíamos lo mismo... algo parecido creo que pasaría si nos juntáramos a discutir en vivo y en directo (la posibilidad queda abierta).
De estas discusiones arriba mencionadas surgió un punto en el que no estábamos de acuerdo y tiene que ver con el amor.

Si hay algo sobre lo que no se, y esto es con toda seguridad, es sobre el amor. Pero parece que va siendo hora a que me acerque a algunas ideas que debo tener por ahí, en algún lado.
El punto sobre el cual discrepábamos tiene que ver con el tiempo. Para Néstor (obviamente corregime si digo cualquiera) este amor "capaz de elegir" puede darse, en la pareja (o en el trío, etc...) desde un primer momento. Por mi parte todavía no entiendo bien en que consiste este amor. Lo primero que se me viene a la mente es un encuentro entre dos intelectuales analizados, cuya demanda se asemeja.
En el mejor de los casos, el encuentro que es desencuentro entre dos personas, empieza pura demanda, sin diferenciación, la "gran fusión"... y, tal vez, cuando las condiciones lo permitan, trueque hacia algo más elaborado y diferenciado. Donde "elijo" sin pura necesidad. Pero no sin previo enfado narcisista por no ser aquello que se suponía.
Claro que nada de esto me convence y estuve seriamente tentada de borrar lo anterior. Son los términos los que no me cierran: demanda, necesidad, elección...
Me comprometo a seguir pensándolo.

Es interesante como hace un tiempo la "visión pesimista" estaba de tu lado, Néstor. ¿De qué dependerá el cambio? (siempre preguntando lo mismo...)


ALGUNAS PUNTUALIZACIONES

BUENOS DÍAS... EN ESTA OPORTUNIDAD VOY A SER BREVE. DOS COSAS ME GUSTARÍA PUNTUALIZAR. CUANDO SE REEMPLAZA EL PAR DEMANDA DEL ANALIZANTE - DESEO DEL ANALISTA, POR DESEO DE ANALISTA - DESEO DEL ANALISTA, CREO QUE SE ESTÁ INCURRIENDO EN UN ERROR CONCEPTUAL. DEMANDA Y DESEO NO SON SINÓNIMOS, NO SON HOMOLOGABLES. CUANDO HAY DEMANDA NO HAY DESEO DE ANALISTA... DEMANDA Y DESEO SON DOS COSAS TOTALMENTE DIFERENTES. SI NO EL ANÁLISIS MISMOS TOMARÍA OTRA DIRECCIÓN, YA QUE SI EL ANALIZANTE LLEGA CON UN "DESEO DE ANALISTA", PORQUE IR EN CONTRA DE SU DESEO, PORQUE OBTURARLO... EN CAMBIO SI LLEGA DEMANDANDO (EN LUGAR DE DESEÁNDO) LA POSTURA ES DISTINTA Y YA FUE EXPUESTA EN OTRAS PUBLICACIONES.
PARA SER MÁS PRECISA, CITARÉ NUEVAMENTE A MI QUERIDO GLOSARIO: "EL DESEO DEBE DIFERENCIARSE DE LA NECESIDAD Y LA DEMANDA, AUNQUE AMBAS INSTANCIAS NO SON SINO MOMENTOS EN LA DIALÉCTICA DEL DESEO EN TANTO TAL. LA NECESIDAD SE HALLA SUJETA IGUALMENTE A LA LEGALIDAD DEL SIGNIFICANTE, POR ELLO, EL DESEO DEL HOMBRE CONSISTE PUES, EN HACER PASAR LA NECESIDAD POR EL DESFILADERO DEL SIGNIFICANTE. TODA NECESIDAD, A SU VEZ, SE ARTICULA CON UNA DEMANDA, LA CUAL ES DIRIGIDAD AL Otro, POR INTERMEDIO DEL OTRO ESPECULAR QUE SOPORTA LA RELACIÓN DUAL. SIN EMBARGO AQUELLA VA MÁS ALLÁ AÚN DE LO QUE EL SUJETO DEMANDA EN EL AQUÍ Y AHORA, PUES UNA VEZ INGRESADA EN EL CIRCUITO SIMBÓLICO, LA NECESIDAD Y LA DEMANDA SE ALIENAN EN EL DESEO QUE LAS VEHICULIZA, Y ÉSTE A SU VEZ EN EL Otro, A QUIEN A SU VEZ EL DESEO LE ESTÁ FORMULADO BAJO LA FORMA DE PREGUNTA..."
PROSIGO: "SÓLO LA DEMANDA PUEDE SER SATISFECHA EN TANTO DEMANDA ARTICULADA AL SIGNIFICANTE; MIENTRAS QUE EL DESEO, DESDE EL PUNTO DE VISTA DE LA ESTRUCTURA, RESULTARÁ SIEMPRE INSATISFECHO. DE AHÍ QUE EL DESEO SE POSTULE COMO EL DESEO DEL Otro, PUES LA FALLA SE PRODUCE EN EL LUGAR DEL Otro, EN TANTO QUE ES EN ESTE LUGAR HACIA DONDE SE DIRIGE LA DEMANDA.
CREO PODER HABER ACLARADO (ME) ALGUNAS COSAS PERO CONFUNDIDO OTRAS, ASÍ QUE SEGUÍ INVESTIGANDO Y ENCONTRÉ POR AHÍ UNA DIFERENCIACIÓN QUE NOS PUEDE SER ÚTIL. ENCONTRÉ UN ARTÍCULO EN INTERNET TITULADO "¿DEMANDA DE ANÁLISIS?" (www.elpsitio.com.ar), DONDE DICE QUE LACAN POSTULA QUE PARA INICIAR UN ANÁLISIS ES NECESARIO UNA DEMANDA VERDADERA. ¿QUÉ ES UNA DEMANDA VERDADERA?Para pasar de un pedido inicial a una demanda verdadera es necesario que los síntomas con que se presenta el sujeto articulen un enigma, introduzcan en él una pregunta, que por más imprecisa que sea, como toda pregunta ya implica al menos un esbozo de respuesta de parte del sujeto. Va a haber que conmover el saber que el sujeto trae, con el que se presenta para que sea posible iniciar un proceso que eventualmente de lugar a un análisis.Si este esbozo de respuesta con el que el paciente se presenta es transferida sobre el analista, se da un paso que hace del analista cualquiera, dentro del universo de los analistas, un analista para ese sujeto: lugar donde está (su)puesto el saber. El analista queda así incluido en la demanda en tanto puede encarnar para ese sujeto la respuesta a su pregunta.El analista ha de trabajar sobre la producción de la demanda analítica; sobre la posibilidad o no de aceptar la demanda que se le dirige, evaluar si ese sujeto que sufre y le dirige su queja puede ir produciendo los movimientos que van a dar paso a la dimensión del inconsciente. Para esto ha de estar atento a la relación del sujeto con lo que enuncia, que muestra la relación del sujeto con el Otro.Para que pedir alivio de un sufrimiento sea una demanda de análisis será necesario aún que se introduzca un enigma para el sujeto con el cual crear una demanda dirigida al saber, lo cual solo es posible por medio de la transferencia. El sujeto supuesto al saber ubicado como pivote de la transferencia va a ser lo que nos permite situar aquello que hace del síntoma una demanda verdadera, conectada al deseo y no a la curiosidad.El trabajo sobre la demanda tenderá a que el sujeto se percate de la parte que le corresponde en las dificultades que le parecían externas, a subjetivar la queja.La demanda inicial de análisis es demanda de significación ¿qué quiere decir esto que me pasa? Y por el hecho de demandar se plantea en el horizonte el Otro que puede satisfacer. De este lugar debe cuidarse el analista ya que intentar satisfacer la demanda, no solo es imposible sino que obtura el surgimiento del deseo.La función del analista es poner a trabajar la demanda para dar lugar así al despliegue que hará aparecer al deseo en el hueco de los significantes. ¿Cómo? Ofertando al sujeto la escucha de la demanda, escucha de eso que en la relación entre semejantes se pierde.
CREO QUE ALGUNAS COSAS QUE HEMOS ESCRITO QUEDAN UN TANTO MODIFICADAS CON ESTO, NO? EN PRIMER LUGAR INSISTO EN QUE LA DEMANDA CON QUE LLEGA EL ANALIZANTE NO ES = A DESEO DE ANÁLISIS. LA DEMANDA INICIAL ES QUEJA, ES PEDIDO DE ALIVIO, DE AYUDA. LUEGO ESA DEMANDA SE PUEDE CONSTITUIR EN DEMANDA VERDADERA DEPENDIENDO DE COMO SE TRABAJE SOBRE EL "SABER", Y CREO QUE EN ESO SERÁ FUNDAMENTAL LA RESPUESTA QUE A ESA DEMANDA INICIAL DÉ EL ANALISTA. Y ESTO ES LO QUE DISTINGUE AL ANÁLISIS DE UNA PSICOTERAPIA (ENTRE OTRAS COSAS), EL ANALISTA NO ES DEPOSITARIO DE SABER SOBRE EL SÍNTOMA O MALESTAR DEL SUJETO (Y CUANDO SE LO INTENTAN DEPOSITAR NO SE HACE CARGO, NO SE POSICIONA DESDE UN SABER AMO)... AL ANALISTA SE LE TRANSFIERE UN SABER EN BASE A LA INCOGNITA QUE SE PUEDE PLANTEAR EL SUJETO SOBRE SI MISMO. Y ALLÍ SURGIRÍA LA DEMANDA VERDADERA DE ANÁLISIS, QUE ESTÁ, DE HECHO, ARTICULADA CON EL DESEO. Y EN ESA DIRECCIÓN DEBERÁ OPERAR EL ANÁLISIS.
DEBO CONFESAR QUE ME ALEGRO DE HABER ENCONTRADO ESTE ARTÍCULO PORQUE DE ALGUNA FORMA CONFIRMA LO QUE YO HABÍA ESCRITO EN LA PUBLICACIÓN ANTERIOR SOBRE DEMANDA Y SSS.

SEGUNDA PUNTUALIZACIÓN
NESTOR, RESPONDO A TUS OBJECIONES DE MIS ÚLTIMOS PÁRRAFOS DE LA PUBLICACIÓN ANTERIOR. CUANDO YO HABLABA DE QUE EL DESEO DEL ANALISTA IMPLICA QUE EL ANALIZANTE SE DES - CUBRA, HABLABA DEL DESEO DEL ANALISTA COMO DISPOSITIVO LÓGICO INTRODUCIDO POR LACAN, EN TANTO ÉSTE IMPLICA PONER AL DES - CUBIERTO (PONER EN ACTO) LA FALTA ESTRUCTURAL. NO ME REFERÍA AL DESEO DEL SUJETO QUE OPERA COMO ANALISTA, PORQUE DE ESO NO PODEMOS TEORIZAR PORQUE CORRESPONDE A OTRO TIPO DE SABER QUE CADA CUAL DEBERÁ HALLAR EN SU ANÁLISIS. POR SUPUESTO QUE SÉ QUE "ESTUDIE PSICOLOGÍA Y QUE ME GUSTA EL PSICOANÁLISIS POR DESEOS INCONSCIENTES QUE NO REFIEREN PRECISAMENTE A UN DESEO ALTRUISTA DE QUE LA GENTE DES - CUBRA SU VERDAD"...
LO ÚNICO QUE PUEDO DECIR ES QUE HAY UN TÉRMINO LACANIANO QUE ES DESEO DEL ANALISTA QUE REFIERE A LO ANTERIORMENTE DICHO... Y QUE ES EL DISPOSITIVO LÓGICO DESDE EL CUAL EL ANALISTA SOSTIENE SU PRAXIS. OTRA CUESTIÓN DIFERENTE ES EL DESEO INCONSCIENTE QUE MOTIVA MI ELECCIÓN "PROFESIONAL" DESDE EL CUAL ME SOSTENGO COMO SUJETO EN MI PRAXIS.
POR LO TANTO INSISTO EN LLAMAR LAS COSAS POR SU NOMBRE (JA). DESEO DEL ANALISTA REFIERE A ESO... LO DEMÁS SON "NUESTROS DESEOS"... TERRENO SINGULAR, PROPIO, INCONSCIENTE... A DEVELAR...
ESPERO QUE NO SUENE ENOJADO MI DISCURSO, PERO NO QUERÍA SER MAL ENTENDIDA NI CONSIDERADA TAN INOCENTE...
SALUDOS A TODOS!!!

sábado, 2 de agosto de 2008

Factor común: De (sea y manda) (1)

“Dios es empleado en un mostrador
da para recibir”
Sui Generis

Empiezo con ecuasiones y sigo con ellas.
Ezequiel dixit:
“Demanda del paciente” = “Deseo de analista”, de modo que la situación analítica queda del siguiente modo: “Deseo del analista” – “Deseo de analista”; como se ve, la diferencia es de una letra (la “ele” de “del”)… ¡casi nada!"

Parece que el fonema de, insiste. Interesante para ver qué función podría estar cumpliendo. Pero no quiero irme por esos andariveles. De todas maneras les dejo una referencia etimológica: "El prefijo latino “de” es muy interesante. En ciertas palabras expresa intensidad, en palabras como: demanda (mandar algo a través de la corte) y definir (poner fin) y en otras expresa "carencia de" como: deforme (que carece de forma) y degenerado (que carece de las cualidades de sus antepasados)." (2)

Volviendo a la ecuación ezequeliana no me parece que la diferencia de la “ele” no es casi nada. Pasar de “deseo del analista” a “deseo de analista” implica pasar del deseo de algo a deseo de alguien y entonces ya estamos en el terreno de la demanda. Y del analista nada puedo esperar por el simple hecho de que el analista no tiene nada para dar que satisfaga el deseo del sujeto (siempre y cuando pretendamos que esto sea lo que se manifieste). Lo más que puede ofrecer es el sostenimiento de una situación, una configuración del espacio, la creación de un espacio lógico, estructurado desde un campo teórico, que sostenido desde su deseo deja en evidencia la falta constitutiva que es común a todo sujeto.
Insisto en que satisfacer la demanda es traicionar al analizante, sí coincido con que debe ser articulada, pero esa articulación conlleva el riesgo de obturar el establecimiento de la transferencia. Dicha articulación debe estar en función de la no satisfacción, lo que conllevará a una inevitable sensación de frustración por parte del analizante, frustración que dejará como resultado la aparición de la angustia, angustia que el analizante tratará de evitar demandando más. Por eso me parece que toda articulación que el analista opere con la demanda, paradójicamente, debe ser una desarticulación. Esto es lo único que posibilita la aparición del “sujeto supuesto saber”, pues al no satisfacer la demanda aparece la posibilidad de que el analista sepa algo del analizante que él mismo no sabe permitiéndole a aquel redefinir el espacio reestructurándolo como espacio analítico.

Apología de la demanda
Me llamó la atención cómo la demanda (en el Blog) pasó a tener un lugar tan protagónico. Empezamos proponiendo el tema del deseo e inmediatamente apareció la demanda tornándose tema central. No puedo dejar de pensar que actuamos la predicción de Lacan y la demanda termina obturando la aparición del deseo. Permítanme tan arriesgada interpretación, no pretendo que sea “la” interpretación.

Como consecuencia de mi anterior publicación recibí algunos comentarios verbales y otros que están reflejados en el Blog. Trataré de poner Luz sobre algunas conceptualizaciones que di por supuestas y evidentemente no lo estaban.
No considero que la demanda sea el estigma de la humanidad y que deba ser rechazada como responsable de toda iniquidad. Por el contrario, la demanda atraviesa toda nuestra vida, está presente en toda nuestras relaciones, en el único lugar donde queda excluida es en el espacio analítico, donde se estructura como un espacio lógico, desde un marco teórico, por lo tanto es forzado artificialmente, debe ser construido, nunca se dará espontáneamente.
En aquel momento planteé la problemática de la demanda en dos situaciones: la analítica y la relación de pareja (tal como la entendemos los occidentales y cristianos: monogámica e igualitaria, para no profundizar demasiado el tema y asumiendo el riesgo de un reduccionismo distorcionante).
No voy a volver sobre la situación analítica sino sobre las otras áreas donde se juega el deseo y la demanda ampliándolo, ahora si, a toda relación intersubjetiva.
La teoría psicoanalítica tiene, al menos, dos implicaciones. Una puramente práxica, de un marco teórico que estructura un hacer con un fin puramente terapéutico. La otra se corresponde con una visión antropológica subyacente a la praxis. Si esta visión antropológica tiene como único objetivo sostener la praxis, no es más que un constructo con validez puramente utilitaria que, fuera del contexto analítico, no toca mi vida y la falta que tal praxis invoca, no es más que un artificio que posibilita la estructuración de un área de trabajo.
Contrariamente a esto pienso que los presupuestos filosóficos-antropológicos que sostiene el quehacer psicoanalítico se imbrican de tal manera con él que trascienden el marco exclusivamente terapéutico dando lugar al planteo de una ética, entendida ésta como una forma de actuar, como una exigencia estructural del sujeto. Desde este punto de vista la teoría atraviesa el “soy” dándole contenido y por tanto resignificándolo. No puede, por tanto, no tener implicancias en mi vida quedando al margen del discurso que soy.
Desde esta perspectiva tendrá consecuencias en mi vida, en mi soy, en mi actuar, en mi elegir, en la forma en que construyo y considero la pareja, el sexo, las relaciones interpersonales, el trabajo, los hobbies, etc.
Que esto no ocurra en la “realidad” cotidiana (mía o ajena) no me excusa, ¿o acaso la “realidad” es más que la suma de discursos? Como creo que no, al adherir yo a un otro discurso, ese discurso me cambia, y cambia lo que es el otro para mi y la forma en que me relaciono conmigo mismo y con los demás.
Las implicaciones son fuertemente éticas, la legalidad (desde su adquisición a través de la metáfora paterna) adquiere un estatus estructurante, y una responsabilidad en mi posicionamiento ante ella.
Retomando el ejemplo de la vida en pareja (aunque las consideraciones pueden ampliarse a toda relación con un otro) la dupla deseo-demanda me posiciona en un lugar desde el cual hago, resignificando toda la relación. Por tanto hay lugar para la demanda, la demanda puede articularse, y esa articulación, creo, es posible desde el amor. Lo que no puedo es considerar que ahí se agota y entonces se abre el espacio para el deseo y la falta. Insisto que no es una visión pesimista de la pareja, por el contrario creo que es justamente lo que permite una instancia de libertad, de no ataduras, de no para siempre, de una elección que se renueva a cada momento, que se sostiene en el “te elijo” y no en el “te necesito”. El concebir al otro como algo distinto del objeto de deseo me permite articularlo en el deseo pero no atarlo a él y por lo tanto no responsabilizarlo de mi dicha o desdicha ni creerlo responsable de tal cosa. Si el otro es lo que busco estoy condenado a él, si es lo que elijo estoy dispuesto para él e inscribiré al otro con las mismas posibilidades.
Dos temas han quedado planteados, ambos muy conflictivos y que requieren profundización: amor y libertad. Hay que ver qué se dice cuando se dice, por tanto deben ser explorados. Eso exigiría una extensión imprudente de esta publicación aun siendo conciente que su dilucidación resignificarán lo antedicho. Me comprometo a explorarlo.

El nombre del deseo
Fara, me pareció muy claro lo tuyo, y muy buenos los planteos del final. Trataré de exponer mi visión con respecto a tus últimos dos párrafos.
No creo que el deseo del analista pueda ir en la dirección del deseo del descubrimiento de nada. Más bien creo que el deseo del analista no tiene nombre, porque todo deseo conduce al objeto “a” (donde me estoy metiendo…) y allí es donde se abre la hiancia y queda expuesta la falta. El deseo no tiene nombre porque no tiene objeto. El deseo del analista estaría en el deseo de estar allí, soportando el lugar, un lugar que como expuse la otra ves no es un lugar cómodo, ni relajado, ni gratificante desde el punto de vista de recibir algo. El deseo del analista podría estar sostenido desde un goce sádico, perverso, narcisista, piadoso, de poder, etc. Seguramente algo en este orden hay con respecto a lo que nos sostiene en un lugar tan incomodo. Insisto en que ni una teoría, ni una filosofía, ni un autor pueden motivar lo suficiente para soportar ese lugar. No puede venir de un discurso tal sostenimiento, no puede venir del registro de lo imaginario, tiene que venir de lo simbólico y por lo tanto es inconciente y como tal estar ligado al posicionamiento en la escena primaria; esto es lo que debemos llevar a nuestro análisis para, una ves reconocidos los lugares de goce, poder articularlo, no el goce sino el deseo. Supongamos que reconozco en mi análisis una ligazón voyerista en mi deseo de ser analista, esto tiene que ver con mi posicionamiento edípico, no se si podré correrme de ese lugar pero si lo sé, si lo reconozco en mi, podré no actuarlo y resignificarlo para operarlo con otro fin. O sea el deseo del analista no es el deseo de la pureza naíf, esta muy lejos de serlo, es el deseo posibilitado por mi posicionamiento ante la falta. Por todo esto insisto que el deseo no tiene nombre, quizás haya que renunciar a teleologizarlo. Solamente puedo reconocer que hay algo que me hace desear ocupar ese lugar, el del analista, quiero hacerlo, tengo ganas. Lo que restaría por hacer es descubrir en el análisis con que esta ligado en el orden de lo simbólico para después ponerlo al servicio de la práctica analítica, esto es estructurarlo desde la teoría que sostiene la praxis. Pero son al menos tres momentos. Reconocer del deseo de ocupar el lugar del analista, llevarlo a análisis y sostener este análisis en la supervisión para no actuar instancias de goce y por último estructurarlo desde la teoría para que sea operativo. Todo esto me parece muy importante pero si no está lo primero creo que es inútil intentar ocupar el lugar detrás del diván.
Sin lugar a duda el tema de recibir un pago por ello es muy importante tanto para el analizante como para el analista y seguramente tiene una función importante en el sostenimiento del deseo del analista pero esto ya es harina de otro costal.

Notas
(1). Para los que no recuerdan el primer caso de factoreo: http://www.epler.umich.mx/salvadorgs/matematicas1/contenido/CapIII/3_9_1_fact_com.htm

(2). http://etimologias.dechile.net/?deducir