lunes, 8 de septiembre de 2008

Del amor en Lacan

Alain Badiou, filósofo contemporáneo que tiene en marcha una obra importante opina sobre los textos de Lacan. Dice: "En el orden del amor, del pensamiento del amor como portador efectivo de verdades, el acontecimiento lo constituye la obra de Jacques Lacan." Agrega más adelante: "Puede parecer extraño hacer de Lacan un teórico del amor, y no del sujeto, o del deseo. Lo que ocurre es que examino aquí su pensamiento desde el estricto punto de vista de las condiciones de la filosofía. Es probable (aunque el número y la complejidad de los textos que le consagra resulta de todas maneras sintomático) que el amor no sea un concepto central de la obra explícita de Lacan. Sin embargo, a través de las innovaciones de pensamiento que tratan del amor, su empresa constituye acontecimiento y condición para el renacimiento de la filosofía. Por lo demás, no conozco desde Platón una teoría del amor tan profunda como la suya, el Platón del Banquete con quien Lacan dialoga constantemente." Y para concluir este pantallazo de citas de Badiou que se hallaran en el texto Manifiesto por la filosofía: "El contenido del gesto de recomposición de la filosofía que propongo está ampliamente dictado por la singularidad de los acontecimientos que han afectado a los cuatro procedimientos genéricos (Cantor-Gödel-Cohen para el matema, Lacan para el concepto del amor, Pessoa-Mandelstam-Celan para el poema, la secuencia de los acontecimientos oscuros, entre 1965 y 1980, para la invención política). Una vez efectuada la identificación de los acontecimientos, se desprenden con claridad las grandes cuestiones conceptuales inducidas por el suspenso de estas ocurrencias de pensamiento, cuestiones que se trata de proyectar filosóficamente en un espacio único donde serán pensados los pensamientos de nuestro tiempo."
Esto es Lacan leído por un filósofo sin pretensiones de psicoanalista pero la interpretación es justa, hay en Lacan una teoría del amor.
Desde la metáfora que elije en La instancia de la letra en 1957 y declara justa para definirlo: "El amor es un guijarro que se ríe en el sol", hasta el título de su Seminario de 1976-77: l'Insu que sait de l'Une-bévue s'aile à mourre, que se lee y traduce de muchas formas pero una de ellas es: El fracaso del inconsciente es el amor, el tema del amor está siempre presente en la enseñanza de Lacan y todas sus articulaciones giran alrededor de este asunto. Cómo esto concierne a cada sujeto hablante ya es cuestión del análisis de cada uno. ¡Salve analizantes!
Gracias, Héctor.

jueves, 4 de septiembre de 2008

¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE AMOR?

EL APORTE DE LUZ ME DEJÓ PENSANDO... PERO ES COMO QUE ME FALTA ARTICULAR TODAS ESAS IDEAS... ES COMO QUE NO LLEGO A CAPTAR ALGUNAS COSAS. AMOR Y DESEO APARECEN COMO CIRCULANDO POR ANDARIVELES DISTINTOS... EL AMOR SE DISTINGUIRÍA DEL DESEO PORQUE ANULA LA DIFERENCIA MIENTRAS QUE EL SEGUNDO PARTE DE LA DIFERENCIA. EN REALIDAD SE ME PLANTEA LA DUDA DE SI CUANDO ESTAMOS DICIENDO ESTO DEL AMOR NO LO ESTARÍAMOS DICIENDO DEL ENAMORAMIENTO....DE ESE MOMENTO EN EL ENCUENTRO DE DOS SUJETOS DONDE PRIMA LA FUSIÓN, DONDE SE BORRAN LAS DIFERENCIAS. BIEN SABEMOS, QUE PARA QUE UNA RELACIÓN ENTRE DOS PERSONAS PROSIGA ESTO DEBE DAR LUGAR A LA DIFERENCIACIÓN... AL RECONOCIMIENTO DE QUE EL OTRO NO ES LO QUE CREÍAMOS... ES DECIR DE QUE EL OTRO NO ME COMPLETA... Y AHÍ PODRÍA PENSARSE QUE EL DESEO ES EL QUE PERMITIRÍA PROSEGUIR DICHA RELACIÓN????
PUEDE QUE ESTAS IDEAS SEAN TOTALMENTE ERRONEAS, PERO ES COMO TRATO DE ARTICULARLAS...
POR OTRO LADO PIENSO... SI EL DESEO PODRÍA SURGIR CUANDO UNO SE DA CUENTA QUE EL OTRO NO LO COMPLETA... Y SE PRODUCE ENTONCES UN AGUJERO, UNA FALTA (Y DE AHÍ SURGIRÍA EL DESEO)... EL DESEO QUEDA DEL LADO DE TÁNATOS?PREGUNTO ESTO EN BASE A LO QUE LUZ DICE "¿Recuerdan a Tánatos y la importancia del agujero como posibilidad de seguir avanzando, como el desligamiento que impide el estancamiento?"... Y CUANDO DIGO ESTO LO ASOCIO A AQUELLO QUE VIMOS EN EL GRUPO DE ESTUDIO... DE QUE LA PULSIÓN DE MUERTE QUEDA DEL LADO DE LO SIMBÓLICO Y LA PULSIÓN DE VIDA (EROS) DEL LADO DE LO IMAGINARIO... EN EL SENTIDO DE QUE LA PULSIÓN DE MUERTE SERÍA LA MÁSCARA DEL ORDEN SIMBÓLICO, ORDEN QUE ES MUDO EN TANTO NO REALIZADO E INSISTE EN SER.
¿DE QUE HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE AMOR? ESA PREGUNTA ES LO QUE QUEDA RESONANDO EN MÍ... PORQUE, INSISTO, PARA MI CUANDO SE DICE QUE EL AMOR MATA EL DESEO PORQUE ANULA LA DIFERENCIA, SE ESTÁ HABLANDO DEL ENAMORAMIENTO, YA QUE SI NO NO ES POSIBLE EL AMOR PORQUE NO HAY SIQUIERA RECONOCIMIENTO DEL OTRO....
NO ME CIERRAN MIS PALABRAS... ESPERO QUE USTEDES DIGAN ALGO QUE ACLARE MIS IDEAS!
CON RESPECTO A QUE EL AMOR ES METÁFORA Y EL DESEO ES METONIMIA, ENCONTRE UNA FRASE EN MI QUERIDO GLOSARIO DE TÉRMINOS LACANIANOS QUE QUIERO PENSAR CON USTEDES: "DADO QUE EL OBJETO DEL DESEO ESPECÍFICO ESTÁ PERDIDO, Y SÓLO HAY DE ÉL UN RESTO QUE CAE EN EL MOMENTO DE LA INSCRIPCIÓN DEL SUJETO EN LO SIMBÓLICO, AQUÉL BUSCARÁ POR EL RODEO DE LA METÁFORA, DETENER EN ALGÚN PUNTO LA METONIMIA INCESANTE, POR LA CUAL EL OBJETO ORIGINAL SE PRORROGA Y SE DESLIZA EN LA CADENA SIGNIFICANTE"... Y AHORA ESBOZO... CUANDO DICE "POR EL RODEO DE LA METÁFORA", PODRÍAMOS PENSAR QUE EL AMOR CABE COMO POSIBILIDAD DE RODEO?... SI TENEMOS EN CUENTA QUE POR MEDIO DE LA METÁFORA EL OBJETO ES SUSTITUIDO POR OTRO, Y POR MEDIO DE LA METONIMIA, EL OBJETO SE DESPLAZA A LO LARGO DE LA CADENA SIGNIFICANTE HASTA ALCANZAR UN PUNTO DE ANCLAJE... ¿PODEMOS DECIR ENTONCES QUE EL AMOR, EN TANTO METÁFORA, SE CONSTITUIRÁ EN EL RODEO POR EL CUAL SE BUSCA DETENER LA METONIMIA INCESANTE DEL DESEO, SUSTITUYENDO EL OBJETO RADICALMENTE PERDIDO POR OTRO OBJETO??????
CUANTAS DUDAS!!! MIS PALABRAS TAMBALEAN DEMASIADO... ESPERO QUE SUS APORTES HAGAN ALGO CON ELLAS...
SIGAMOS PENSANDO JUNTOS!

jueves, 28 de agosto de 2008

¿Por qué "el amor hace al mundo girar"?


Volvamos al amor, compañeros vuelteros, invoquemos, como ya lo hizo Ezequiel, a la señora Episteme. Y trate de no ofenderse, señora.

Las siguientes frases son tomadas del “diccionario introductorio de psicoanálisis lacaniano” de D. Evans.

Es imposible decir nada significativo o sensato sobre el amor (seminario 8).

En cuanto uno comienza a hablar sobre el amor desciende a la imbecilidad (S20).

“Lo único que hacemos en el discurso analítico es hablar sobre el amor” (S20)
Esta relación entre el amor y la transferencia constituye una prueba del papel esencial del artificio en todo amor.

El amor es situado como un fenómeno puramente imaginario, aunque tiene efectos en el orden simbólico.

El amor es autoerótico y tiene una estructura fundamentalmente narcisista (S11), puesto que “es al propio yo al que uno ama en el amor, el propio yo hecho real en el nivel imaginario” (S1)

El amor es un fantasma ilusorio de fusión con el amado, fantasma que sustituye la ausencia de cualquier relación sexual.

“Como espejismo especular, el amor es esencialmente engaño” (S11). Supone dar lo que uno no tiene (es decir, el falo). El amor no se dirige hacia lo que su objeto tiene sino a lo que le falta, a la nada que está detrás de él.


El buen hombre que escribió este diccionario prosigue haciendo una comparación entre el amor y el deseo. Explica que el amor es metáfora, mientras el deseo es metonimia. Incluso que el amor mata al deseo porque anula la diferencia que da origen al mismo. ¿Recuerdan a Tánatos y la importancia del agujero como posibilidad de seguir avanzando, como el desligamiento que impide el estancamiento? ¿Quién es el mortífero y quién el amoroso? ¿O será “deseoso” la palabra? ¿O será todo junto? (En ese caso, lindo revuelto). No deja de fascinarme esta dialéctica entre Eros y Tánatos.

“Amar es, esencialmente, desear ser amado” (S11).
Esto es lo que distingue al amor de la pulsión… la reciprocidad. En la pulsión hay pura actividad.


Es bastante claro, no? Espero que les haya servido tanto como a mí. Y en cuanto a la impronta “negativa” que uno pueda verle al asunto, no es más que parte de la ruptura de una idea romántica sobre el amor. Releyendo pienso que tal vez el tema no era tan complicado, el sujeto hablante no podría amar de otra forma. Así como Lacan (Freud) desenmascara a un yo in-divisible con plena consciencia de sus actos y pensamientos, el amor ideal/completo/libre debe caer inevitablemente con la asunción del sujeto.

Lo que queda es la palabra. Palabra que nombre, que intente dar cuenta, que se interrogue y que falle ahí, donde menos lo creía. Nombrar al amor, al amado, a lo amado, al por qué amo. Poder vislumbrar la agresión, inevitablemente unida a todo amor.



Esta claro que el “amor no hace al mundo girar”. En todo caso, es el deseo. El amor es simplemente un lindo invento/espejo del yo.

martes, 26 de agosto de 2008

Una lectura.

En la "aurora" de "Toribio", de Toribio como sujeto, sus necesidades satisfechas produjeron un nudo, una sombra, el fantasma. Desde entonces se revuelve. Desde entonces tiene un camino equivocado por caminar.

¿Nunca más lo real? ¡Pero! ¡Si hay un mundo espejo, si siempre fue así, si todo lo evidencia! Discurso amo, auroridad, queja, síntoma...

Oh, río heraclitiano. Sí, nunca más lo real. La clínica del síntoma no es la clínica del fantasma. Nunca se alcanzará la propia aurora. Lacan propone la construcción del fantasma, su atravesamiento, del que deviene una "máxima", el sujeto y su verdad, su ética.

Bien por Toribio.

Pronto, fantasma y deseo del analista, para seguir hablando de lo que nos convocó.

lunes, 18 de agosto de 2008

Habia una vez...

“…ladran Sancho, señal que cabalgamos.”
Anónimo (1)


LOS CELOS DE AURORA
Toribio y Aurora se conjeturaron, fue un amor arreglado, medieval. La Estancia pampeana fue el campo de batalla y de negociación de la paz. Después surgió el amor, prescrito, acatado, pero honesto.
Hace ya seis años y tres vástagos que los urden.
En ese inhóspito entorno aprendieron a necesitarse, descubrirse, acompañarse, contarse.
Su descendencia los había colmado de dichas. Teodocio, el mayor, encontró en Europa su estrella. Con su ‘sabua fer’, fue el deleite en las fiestas de las mas encumbradas progenies del patriarcal mundo. Renata encontró su destino junto a un ganador nato, que le deparó egregios momentos de gozo e innumerables satisfacciones. Y Cleto, el último del linaje; soberbio, campechano, apetecible, les proporcionó la satisfacción mayor, al ser elegido como el “plato fuerte” en la boda de la hija del dueño de La Estancia.
La cotidianeidad de sus vidas solo era empañada por los celos de Aurora; celos infundados, absurdos, torpes. Toribio le era escrupulosamente fiel.
Máxima, de hermosa cara blanca y pelo azabache; era la encargada de suministrar la leche para las necesidades del establecimiento. Todas las mañanas pasaba por delante de la pareja, echando apenas una mirada cordial, consciente de la arbitraria suspicacia de Aurora.
Aurora intuía…, olía…, concebía…, -entre ellos algo pasaba- era una certeza dolorosa, feroz. Se pasaba el día rumiando, desmenuzando; ¿en qué momento se encontraban? ¿Es que no la quería más? ¿Qué tenía “esa” que ella no? Las sospechas trocaban en certezas, y las certezas en reproches, quejas, reclamos, puntualizaciones. Tenía la convicción pero no tenía las pruebas, y eso la irritaba aun más. No quería que se notara su exasperación, no quería sonar enojada, porque eso, ese mismísimo descuido, evidenciaría lo que no debía evidenciarse. Pero… ¡Claro…! ¡Tampoco iba a ser tachada de inocente…!
Toribio fue, lenta y dolorosamente, develando el laberinto en que Aurora lo iba encerrando.
Fue un proceso.
Primero la perplejidad. Él iba, venia, hacía, disfrutaba su vida. Pero cada paso que daba era interpretado desde la "auroridad" de Aurora.
Después trató de entender, de hablar, de explicarse,… ¡No hubo manera! ¡Él era culpable! ¿Quien creería en su absolución? Toribio era demasiado vidrioso como para no sospechar de segundas, terceras y hasta ¡cuartas intenciones…! Intenciones concientes, inconcientes, solapadas, traicioneras, perversas…Siempre embusteras.
Luego esperó…, esperó en silencio…, esperaba al menos el beneficio de la duda, del posible “mal entendido”, un pedido de aclaración, la posibilidad de un diálogo abierto que pudiera reestructurar la convivencia. Él estaba dispuesto a cambiar lo que hubiera que cambiar. Pero la sentencia estaba impartida… ¡Él era culpable! No había lugar para duda alguna.
Entonces, ¿Soportaría todas las afrentas de la infidelidad y ninguno de los beneficios? Fue en ese momento…., en ese preciso momento, cuando tomó la decisión.
¡Sí! ¡Sí, soportaría las dificultades! Las mismas estaban garantizadas.
Pero no se quedaría sin los beneficios.
Aurora estaba enojada, sin razones, sin motivos; pues ahora, tendría razones y motivos. Él se haría merecedor del flagelo inevitable.
Desde aquel día algo, casi imperceptible, ocurrió: "la realidad" de Aurora se hizo realidad y, por supuesto, ella no lo notó.
Ahora Máxima, la mejor holandoargentina de aquella zona, al pasar hacia el tambo, con su imponente ubre rezumando leche, saluda a Toribio con una traviesa sonrisa y a Aurora con displicente satisfacción.
Toribio, resopla con fuerza, alzando y precipitando la cornamentada cabeza, mientras azota la tierra con sus poderosas pezuñas.
Aurora sigue en su rincón del corral, rumiando…, rumiando…, rumiando…

fin


“El que pueda entender, que entienda…”
(Ap 2, 7)

viernes, 15 de agosto de 2008

Lo que decanta de lo que (se) me canta

Tirar de las palabras

desasirlas de las cosas;

unirlas, separarlas,

un irlas que sepa ararlas

con el arado que reúne

mis manos y mi historia;

tirando y nunca

parando de tirar

hasta desarmarlas desnudando

lo que son: armas,

armazón, armadura,

amargura de bailar

afín al baile que se baila;

al fin desafinar el compás

y loco, sin paz,

bailando entre letras

entre líneas

en tren, tanto,

por la línea de la letra,

caigo del otro lado.


Y sí, el amor no ama ni es amado; adonde voy no llego, adonde estoy resbalo, la sal no sala y el azúcar no endulza; cuando se acuestan la razón y el deseo, llueve sobre mojado.

Análisis al analista; psicoanálisis al psicoanálisis; hablando de desencuentros nos desencontramos; y es que las palabras no recubren a las cosas, y no es cosa de las palabras lo que dicen los hablantes al usarlas (¿al recubrirse?).

Nos hicimos los finos, yo el que más: llamar a la investigación, a la teoría, a la episteme. Los leí/escuché gustoso en todo, incluso en lo confuso y turbio. Brotó la voz de la voz, y ya todo se hizo real.

¿Cómo no iban a surgir nuestra demanda, nuestro deseo, nuestro amor y amar, nuestro saber, hablando de demanda, deseo, amor, amar y saber? ¿Como no decirlos, no decirnos, sin querer?

Lo más psicoanalítico de todo lo que llevamos caminado creo que es eso: la prueba evidente de que estamos hablando de una praxis, y como tal, al hacerla nos hace, al hablarla nos habla.

Quiero hacer uso de aquella máxima que inventé para habilitarme a equivocar. Desglosaré algunas ideas que pienso. Nada de lo que aquí verán escrito viene avalado por criterio de autoridad alguno. De hecho, la mayor parte debe ser una desafinada bárbara (por oposición a afinación civilizada). Pero bueno, valga este esfuerzo de pensar, pensar que no es mucho más que tomar las palabras e ideas como colores y pintar lo que creo que quiero pintar... y, probablemente, terminar cayendo en la cuenta de que me retraté.


Néstor tomó en serio mi ecuación en broma y halló algo interesante, más allá de haber pensado “de” como prefijo para llegar a su logrado factor común, cuando en la ecuación era preposición, no prefijo.

Fara corrigió ortodoxamente mi asimilar demanda y deseo en el paciente, aun sin tener en cuenta que tomé “demanda del paciente” como un todo, como una X, y así es como la igualé a otro todo, una Y: “deseo de analista”. ¿X=Y? De la cintura para arriba, sí; las diferencias siempre son entre las patas.

Es cierto que la queja con que llega una persona al consultorio tiene que desnudarse, transformarse para entrar en análisis, para que advenga el deseo. Pero en ese sentido, creo que de lo que se trata es de que el sujeto reconozca, tras su desear al analista, su condición de ser deseante (con su consecuente angustia, imposibilidad de satisfacción, etc.). Y es por eso que sigo pensando que “demanda del paciente” y “deseo de analista” son asimilables. Ambas, mentiras verdaderas, errores acertados. El problema no es si demanda o desea. La cuestión estriba en lo imaginario o real del objeto. La demanda, para mi, es el deseo mismo pero en tanto atado a un objeto tal. Cuando paso de ser deseante, sin más, a ser deseante de esto o este, mi deseo devino demanda: espero de eso o ese lo que sólo me podría dar aquello que no puedo nombrar, que nunca hallaré. Estoy diciendo, en definitiva, que “demanda” = “deseo de”.

Fara dice “llamemos a las cosas por su nombre”, y Fander le contesta: “el que te ama no te nombra”. ¡Claro! Lo nombrable no es nunca aquello a que apunta de manera radical mi deseo. Cuando éste apunta a una cosa con su nombre, es demanda: deseo alienado por el lenguaje. Volviendo a la ecuación: lo erróneo sería reducir la situación analítica a “deseo del analizando” – “deseo del analista”. Lo esperable es:

Queja --> Deseo de analista - Deseo del analista --> Deseo del analizando

Es decir, que se pase del “deseo de analista” al “deseo del analizando”, vía el “deseo del analista” como función lógica que introduce el analista en un dispositivo que escucha e interroga a quien se encuentra deseándolo para que descubra su naturaleza deseante, la falta estructural. El deseo sólo tiene sujeto. Cuando viene con objeto, es demanda. Por eso lo homologué, y sostengo que es válido: la persona demanda, es decir, desea al analista. Este no satisface la demanda, pero sí la escucha: detrás, está el deseo. No es que si llegara deseando al analista no habría por qué no satisfacerlo. ¡El analista no es “a”!

Así cobra sentido el factor común de Néstor:

de.(sea+manda)

La demanda va tras lo que está mandado, y ahí su relación con el goce. Busca una vida como se debe, un amor como dios manda. Para el paciente, ¿no está mandado (en el sentido de mandato) ir al analista? Esto o aquello no esta bien, mejor voy a un analista. Tras esa demanda, siempre, el deseo, como verdad a aparecer tras la equivocación. No venía por eso…

El deseo va tras lo que “sea”: tras el ser. ¿Qué o quién “es”, como para ser objeto de mi deseo? Nunca hallará satisfacción… recuerdo a Lacan definiendo amor como “dar lo que no se tiene a quien no es”.

Vamos al amor. Coincido con Néstor en el hecho de que si asumimos el discurso psicoanalítico, necesariamente demanda, deseo, goce, son lo que son dentro y fuera del diván. Y si la demanda es fruto de la ficción, lleva al corrosivo goce, y tapona al sujeto, a la angustia, a la verdad, bueno, se entiende que en la pareja cuando aparece la angustia se corra a rearmar la ficción, como se entiende que el analizando demande más al no ser satisfecha por su analista la demanda. Se entiende, pero no implica que eso sea lo que nos planteamos como la pareja sostenida desde la verdad de cada uno, desde el sujeto. La vida amorosa es tan parecida al análisis que por algo hablamos de amor de transferencia, por algo los padres pasan por análisis a través de uno como también desde uno influyen en la pareja, por algo… etc. Considero muy válido interrogar la vida desde Lacan, muy válido pensar al psicoanálisis como discurso, como antropología, como praxis con eco y ramas en la vida de cada uno.

Pero también pienso que no podemos decir cómo es el amor en pareja así, en el aire, en general. Es como hablar de psicoanálisis: se transmite una experiencia, no se enseña un saber instituido. A fin de cuentas, todo depende del gusto de cada uno, o, en el mejor de los casos, de una decisión. Seguramente, el trabajo analítico sobre uno tiene algo por abonar en este sentido.

Pensando ambos temas, amor y psicoanálisis, llego a la misma conclusión. Hablamos de teoría. Intentamos sistematizar, enunciar, ordenar. Pero no hay más legalidad acerca de esto que la que brota de pasar por la experiencia analítica… por la amorosa…, pensarlas, y tener en cuenta que hablamos (al par que somos hablados): no exponemos nada que provenga de ninguna verdad absoluta, científicamente comprobada, etc.

Se me ocurrió otro juego. ¿Por qué no pensar que del "Amor" de yo a yo se puede pasar al "AMO®" en tanto amor que va desnudándose con registro de la marca del Otro, puesto en lugar de amo, quizás, y que, en el mejor de los casos, llega a ser "A-more", en tanto que reconocedor de que radicalmente va tras "más", tras otra cosa, tras "a"?


Se los dejo como otra borma, como un regalo. Teniendo en cuenta la famosa ecuación freudiana con regalo… pues tiren de la cadena… ¡significante! Adoro los cículos… “tirar de las palabras…”

lunes, 4 de agosto de 2008

Revueltas grupales. Suposiciones y habladurías.

Así que las revueltas iban a ser sobre nosotros mismos, sobre nuestras palabras escuchadas (?) por los otros... tendría que haberlo previsto y puesto en lo que escribí por primera vez.
Tengo la sensación (¿será compartida?) de que no nos estamos entendiendo del todo y suponiendo de más. Lo cual puede hacer de esto algo más interesante, o aburrido si pasa ciertos límites. Por mí parte, hasta ahora venimos bien. Conociéndonos, explicándonos, interrogándonos.

Con Néstor después de horas de intercambiar palabritas y creyéndonos opuestos, nos dimos cuenta que decíamos lo mismo... algo parecido creo que pasaría si nos juntáramos a discutir en vivo y en directo (la posibilidad queda abierta).
De estas discusiones arriba mencionadas surgió un punto en el que no estábamos de acuerdo y tiene que ver con el amor.

Si hay algo sobre lo que no se, y esto es con toda seguridad, es sobre el amor. Pero parece que va siendo hora a que me acerque a algunas ideas que debo tener por ahí, en algún lado.
El punto sobre el cual discrepábamos tiene que ver con el tiempo. Para Néstor (obviamente corregime si digo cualquiera) este amor "capaz de elegir" puede darse, en la pareja (o en el trío, etc...) desde un primer momento. Por mi parte todavía no entiendo bien en que consiste este amor. Lo primero que se me viene a la mente es un encuentro entre dos intelectuales analizados, cuya demanda se asemeja.
En el mejor de los casos, el encuentro que es desencuentro entre dos personas, empieza pura demanda, sin diferenciación, la "gran fusión"... y, tal vez, cuando las condiciones lo permitan, trueque hacia algo más elaborado y diferenciado. Donde "elijo" sin pura necesidad. Pero no sin previo enfado narcisista por no ser aquello que se suponía.
Claro que nada de esto me convence y estuve seriamente tentada de borrar lo anterior. Son los términos los que no me cierran: demanda, necesidad, elección...
Me comprometo a seguir pensándolo.

Es interesante como hace un tiempo la "visión pesimista" estaba de tu lado, Néstor. ¿De qué dependerá el cambio? (siempre preguntando lo mismo...)